El día 9 de mayo
celebramos el Día de Europa, día en
que, hace 70 años, tuvo lugar la Declaración
Schuman, reconocida como punto de partida, como semilla, de la actual Unión
Europea.
Schuman, ministro francés
de asuntos exteriores, propuso la creación de una comunidad franco-
alemana para
aprovechar conjuntamente el carbón y el acero de los dos países, al mismo tiempo que se
cumpliría el objetivo real, evitar nuevas guerras.
Aunque sus orígenes
tenían intereses esencialmente económicos,
lo cierto es que ha sufrido en primer lugar ampliaciones (hasta 6 ampliaciones)
y en segundo lugar transformaciones hasta convertirse en lo que hoy conocemos
como la Unión Europea: 27 países soberanos independientes, con una organización
activa en todos los frentes políticos:
clima, medioambiente, salud, seguridad, justicia, migración, relaciones
exteriores...y con unos valores comunes:
libertad, igualdad, tolerancia, justicia, solidaridad, no discriminación,
inclusión, Estado de Derecho, recogidos en el Tratado de Lisboa y en la Carta
de Derechos Fundamentales de la Unión Europea.
Durante años los europeos
hemos aprovechado los beneficios de tener un espacio de libre circulación de personas, mercancías y capital, una moneda
única, al mismo tiempo que teníamos paz, estabilidad y prosperidad.
La cohesión económica, social y territorial ha sido uno de los
objetivos principales de la Unión, ya que la mejora de los territorios
individuales beneficia al conjunto de la Unión y la fortalece a escala mundial.
Aún siendo mucho mayores
los beneficios de pertenecer a la Unión Europea que los posibles perjuicios, lo
cierto es que la desafección ciudadana ha ido acrecentándose en los últimos
tiempos, coincidiendo con el afloramiento de partidos euroescépticos que a través de falsedades intentan convencer de que
es perjudicial para los intereses individuales de cada país.

Aunque se tardó un tiempo
en reconocer que, como pandemia, no entendía de fronteras, ni de
nacionalidades, no entendía de razas, ni de clases sociales, si no que afectaba
a todos los países y con una rapidísima velocidad de propagación, finalmente la
Unión reaccionó y permitió a los países que usaran todos los medios necesarios para hacer frente a la crisis
sanitaria. En unas semanas se tomaron más decisiones que en varios años durante
la anterior crisis económica.
Se dice que se aprende de
los errores pasados y así parece que está sucediendo en Europa.
Por primera vez se ha
suspendido el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y se ha dado mayor
flexibilidad en las Ayudas de Estado. El Banco Central Europeo ha lanzado un
nuevo programa de compras de activos público y privados. Se han movilizado
grandes cantidades para investigación en terapias, diagnóstico y búsqueda de
vacunas y se han movilizado también reservas de efectivos de Fondos
Estructurales para inversión en sistemas de salud y otros sectores económicos
que den respuesta a los efectos de la crisis de la COVID-19.
Estos son algunos de los
ejemplos de la respuesta primera que ha dado la Unión Europea, pero no son los
únicos, también se ha asegurado el flujo de bienes esenciales a través de los
Corredores Verdes transfronterizos, se han hecho compras conjuntas de equipos
de protección o se ha establecido la primera reserva de emergencia de equipos
médicos, también se han puesto los medios para repatriar a miles de ciudadanos
europeos que se encontraban fuera de la Unión y a los que se les habían
cancelado los vuelos.

Estamos ante un momento
decisivo de la Unión Europea, 70 años después de la Declaración Schuman,
tenemos que demostrar que una Europa más fuerte, solidaria e inclusiva, respetuosa con el medio ambiente, social y
feminista es posible y que merece la pena. Debemos demostrar que somos capaces,
juntos, de emprender la reconstrucción social y económica que
devuelva a los ciudadanos su estado de bienestar y les haga confiar en esta
Europa que se preocupa por las personas y que no deja a nadie atrás.

Esta crisis debe ser una oportunidad para reordenar nuestra
lista de prioridades, debe servir para ver la importancia de fortalecer nuestros
sistemas públicos de salud y la
importancia de invertir en investigación,
debe servir para avanzar en la transformación digital de forma inclusiva, eliminando cualquier tipo de brecha
personal o territorial, debe servir para conseguir esa transición ecológica sin dejar a nadie atrás, pero
también para desarrollar una nueva Política Industrial más competitiva y resistente.
Y de todo esto debe salir
una Europa más social, más solidaria y más comprometida. Una Europa centrada en
las personas y preocupada por su
bienestar.
Si no es ahora, no será
nunca. ¡Feliz día de Europa!
Isabel García Muñoz
Diputada socialista del
Parlamento Europeo
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