El compromiso de una generación

Seguro que las y los que os hayáis decidido a leer este post, habéis escuchado y leído una y otra vez, diferentes informaciones sobre el C...

El CETA: ventajas, inconvenientes y posibles consecuencias

Seguro que las y los que os hayáis decidido a leer este post, habéis escuchado y leído una y otra vez, diferentes informaciones sobre el CETA, quizá hasta la extenuación.

Pero, cabría preguntarse en primer lugar: ¿Qué es el CETA?

Pues bien, el CETA (Comprehensive Economic and Trade Agreement, por sus siglas en inglés), se trata de un acuerdo de libre comercio que el pasado año firmaron la Unión Europea y Canadá, siendo sus principales e inmediatas consecuencias, la reducción de las tasas aduaneras para un gran número de productos, así como la estandarización de ciertas normas de cara a favorecer los intercambios entre ambos territorios.

Desde un punto de vista simplista, podríamos concluir que dicho acuerdo se traduce en un conjunto de significativas ventajas tanto para la Unión Europea como para Canadá, en tanto que el país canadiense accede a uno de los mercados más importantes, el europeo, dentro de un marco de relaciones mucho más favorable, del que en estos momentos tienen otras grandes potencias económicas, como Estados Unidos o Japón. Mientras que, por un lado, las empresas de la Unión Europea se ahorrarán importantes cantidades económicas en concepto de aranceles, y por otro aumentarán las licitaciones públicas en Canadá en relación a diferentes sectores estratégicos.

En el caso de España, pese a que Canadá ocupa el destino número 30 de nuestras exportaciones, su cercanía al mercado norteamericano puede transformar al país en una importante plataforma desde la que exportar a Estados Unidos.

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, y la simple opacidad con la que fue negociado el acuerdo, hace de entrada sospechar, sin tan siquiera pasar a leer la letra pequeña, que una vez más, las grandes beneficiadas serán las multinacionales, a costa de las ciudadanas y los ciudadanos de nuestros países.

Sin ir más lejos, la voluntad subyacente en el acuerdo de aproximar las legislaciones laborales de los diferentes países utilizando para ello como referente los convenios de la Organización Internacional del Trabajo, cuando Canadá ha evitado ratificar dos de los ocho convenios fundamentales, (concretamente, el Convenio sobre el Derecho de Sindicación y a la Negociación Colectiva, y el Convenio sobre la Edad Mínima de Admisión al Empleo), genera muchas dudas.

 En este sentido, todo parece indicar que, cualquier intento de homogeneización, dado el punto del que se parte, no puede sino ir en sentido contrario al de la protección de los derechos de las y los trabajadores.

Por otra parte, el contexto en el que se encuentra desde hace años la Unión Europea, siendo éste el de una importante crisis de legitimidad, tanto en el ámbito económico, como en el político y social, no ayuda precisamente a forjar entre la ciudadanía una visión positiva de este tipo de acuerdos, máxime, cuando se cierran en los despachos de las altas instancias, con la mayor celeridad posible y sin el mínimo signo de transparencia.

Esto último, en contraposición a lo expuesto inicialmente, genera una evidente polarización del debate entre defensores y detractores del acuerdo, sin que dicho debate acabe de superar el superficial límite de la propaganda, para recalar en el fondo del asunto, en tanto que la ciudadanía, sigue en gran parte, sin conocer las razones y el contenido del CETA.

Si nos centramos en la realidad española, la cuestión tampoco es para nada baladí, ya que, apoyar la firma del CETA, puede suponer la progresiva disminución del salario medio que hemos venido sufriendo desde el inicio de la crisis, pero oponerse a la misma puede derivar en la pérdida de relevancia dentro del marco de las relaciones comerciales internacionales.

Quizá un buen punto de partida a la hora de acometer la firma de futuros acuerdos de similares características con otros países, sería dejar de hablar de comercio internacional, para pasar a hacerlo de comercio internacional justo.

Al fin y al cabo, no existen dudas acerca del efecto positivo neto mundial que genera el incremento del comercio internacional. Sin embargo, los Estados no deberían permitir que el aumento de los beneficios de las multinacionales radicadas en ellos, se produzcan en gran parte como consecuencia de la continua devaluación salarial y pérdida de derechos laborales.




Ignacio Martínez Moreno.
Sº de Cultura e Innovación Tecnológica de las JSZP.

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