"She held a ghost-smile between her teeth,
And in her eyes the memory
Of a mother’s pride. . . ."
A Mother in a Refugee Camp. Chinua Achebe.
Y, ¿por qué la Turquía del déspota conservador Erdoğan, iba a prestarse a cumplir con todo aquello? La razón llegaba en el punto octavo del acuerdo, según el cual: "La UE y Turquía han vuelto a confirmar su compromiso de revigorizar el proceso de adhesión".
Mis
refugiados a cambio de tu adhesión. Algo tan simple como eso.
And in her eyes the memory
Of a mother’s pride. . . ."
A Mother in a Refugee Camp. Chinua Achebe.
Hace apenas tres meses, se
cumplía el primer aniversario de aquel 18 de marzo, en el que la Unión Europea
y Turquía firmaron el conocido como acuerdo
de la vergüenza. En él, descaradamente, se convertía a Turquía en el
trastero de la UE para "almacenar" a todos los refugiados y
refugiadas llegadas desde Siria buscando algo tan simple como continuar vivos
y, a ser posible, hacerlo lejos de la guerra que azota su tierra natal, su país
que jamás querrían haber abandonado, desde hace 75 meses.
En
aquella declaración (se puede leer íntegro aquí), se plasmaba el acuerdo según
el cual "todos los nuevos migrantes irregulares que pasen de Turquía a las
islas griegas a partir del 20 de marzo de 2016, serán retornados
a Turquía", al mismo tiempo que se encargaba a Turquía la función de
guardián de la UE ante visitantes no deseados, debiendo tomar "todas las
medidas necesarias para evitar que se abran nuevas rutas marítimas o terrestres
de migración ilegal desde Turquía a la UE".
Y, ¿por qué la Turquía del déspota conservador Erdoğan, iba a prestarse a cumplir con todo aquello? La razón llegaba en el punto octavo del acuerdo, según el cual: "La UE y Turquía han vuelto a confirmar su compromiso de revigorizar el proceso de adhesión".
El
18 de marzo de 2015 se firmó una de las notas más oscuras y nefastas de la
historia de la Unión Europea. Una nota que profundizaba un poco más su pérdida
de rumbo respecto a su espíritu fundacional y respecto a las cenizas sobre las
que se construyó este proyecto internacional, las cenizas de una Europa
derruida, de una Europa de guerra y muerte, de unos europeos y unas europeas
que huían para refugiarse de aquel horror adonde hiciera falta.
Se
intentó compensar (o limpiar conciencias a este lado del Bósforo) ese acuerdo,
aduciendo que "por cada sirio retornado a Turquía desde las islas griegas,
se reasentará a otro sirio procedente de Turquía en la UE". El
resultado es que, un año después de la firma del pacto, a nivel internacional,
tan solo la mitad de los 500.000 refugiados que los países occidentales se
habían comprometido a acoger, habían sido reubicados, contando con que son ya
más de 5 millones los ciudadanos sirios que han debido de huir fuera de su
país, con lo cual, más de un 95% de los refugiados sirios continúan a las
puertas de Europa, a las puertas del "mundo libre", esperando a que
les permitan pasar.
En
España, de los 15.888 refugiados que el gobierno de Mariano Rajoy se había
comprometido a admitir, a día de hoy, tan solo 1.299 han sido acogidos. Al
actual ritmo, necesitaríamos 25 años para cumplir el objetivo (objetivo que,
reitero, deja fuera a más del 95% del total).
Hoy,
20 de junio, Día Mundial del Refugiado, no sólo debemos de recordar esto, no
sólo tenemos que tener presente la falta de compromiso internacional con el
drama sirio. Debemos de acordarnos y tener presente a diario a los 4 millones
de refugiados de Somalia, Sudán del Sur, Yemen y Nigeria acosados por las
hambrunas que, sólo en 2011, se llevó 260.000 vidas. Debemos de tomar nota de
la solidaridad de países como Uganda que, con una población de 35 millones de
habitantes y una realidad política y social en nada comparable a la europea,
acoge 640 veces más refugiados que España: 834.000 refugiados sursudaneses
(según informaciones de la Agencia de la ONU para los Refugiados). Debemos de
ser conscientes de que, desde el proyecto de la UE, desde ese proyecto que
intenta superar las fronteras y las naciones y, aún menos, desde el proyecto
internacionalista de la socialdemocracia, no se puede hacer oídos sordos a las
necesidades del resto del mundo, que los problemas de Siria, de Yemen, de
Líbano o Libia, son de la misma importancia que los que acucian a París,
Londres, Roma o Madrid y que el mismo empeño deben de poner las potencias
mundiales en atajar los unos como los otros.
Como
Filippo Grandi, Alto Comisionado de Acnur, decía en una reciente entrevista:
"las crisis de refugiados son políticas en sus orígenes y deben ser
abordadas con acciones políticas".
Hagamos
política. Cambiemos el mundo. #RefugeesWelcome.
Daniel Martín Bernad, Sº de Igualdad y Comunicación de las JSPZ



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